- Primer pecado: Autoimportancia. Muchas veces se cree el plato fuerte cuando es guarnición. Es fundamental, pero cuando está al servicio de un propósito concreto.
- Segundo pecado: Es un mal jugador de equipo.
Si no está acompasada con la industria y el consumidor... Ya mencioné en su momento que el horno de microondas se invente a finales de los ‘40 y no se come una paraguaya hasta que la mujer no se incorpora masivamente al mercado de trabajo. (Referencia a La adopción del horno microondas)
- Tercer pecado: Es muy tangible. Esto no es un pecado en si, pero conlleva una serie de efectos secundarios complicados.
Fundamentalmente porque se contrapone con el aspecto fundamentalmente abstracto de la madre del cordero, que es la estrategia. Aquí hay hierro, cables, luces, una sensación de que se ha pagado por algo tangible, aunque no sea la respuesta real a los problemas.
- Cuarto pecado: Se usa muchas veces como desodorante, para tapar el hedor producido por la falta de higiene
- Quinto pecado: Es muy invertible
El triunfador de las batallas tecnológicas, como cualquiera que recuerde lo que pasó con las tecnologías de vídeo, no es la mejor tecnología, es el que mejor entiende el mercado y sus circunstancias.
- Sexto pecado: Autoimportancia, vanidad y tendencia al pensamiento magico
Uno de los ejemplos más olímpicos que recuerdo de todo esto fueron las legendarias, las atómicas, Google Glass.
Por el mero hecho de que molaba y te daba pinta de tecnólogo, la gente no tenía ningún problema en aflojar 1500 $ por un aparato que violaba todas las normas más elementales sobre propuesta de valor, usabilidad, y en general sentido común.
- Y el séptimo y final pecado es que se suele enmascarar una falta absoluta de ideas y de capacidad de análisis estratégico en un seguidismo borreguil y un esconderse tras la plataforma mágica.